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Instagram y salud mental: ¿por qué se queman las influencers?

today14 de julio de 2022

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Desvelamos cómo trabajan las influencers, cómo es su día a día, y los problemas de salud mental que ocasiona una ocupación intensa y a menudo estresante en el que las figuras más populares están permanentemente expuestas al público.

Una puesta de sol por aquí, una estupenda playa por allá y, entre medias, una foto mostrando un acondicionador de pelo. Así (parece) la rutina de las influencers, siempre de aquí para allá, con una sonrisa, disfrutando de la vida. Entonces, ¿cómo es posible que se quemen, que terminen hartándose de Instagram y huyendo unos días, unas semanas… o para siempre?

A continuación, desvelamos cómo trabajan las influencers, cómo es su día a día, y los problemas de salud mental que ocasiona una ocupación intensa y a menudo estresante en el que las figuras más populares están permanentemente expuestas al público.

Un reciente estudio de la Universitat de València sobre el fenómeno influencer pone en primer plano la sumisión al algoritmo: la monetización del contenido —obtención de rendimiento económico de una actividad en Internet y redes sociales— no es suficientemente clara de forma que los influencers a menudo lamentan el poco control que tienen sobre sus ingresos.

En este sentido, sospechan que deberían obtener un mayor rendimiento económico en relación al inmenso impacto publicitario que tiene su actividad en redes promocionando marcas. Porque a eso se dedica, principalmente, un influencer tal y como lo entendemos hoy en día: a conectar las marcas con su público objetivo a través de su capacidad para influir en una comunidad.

Pero no todos los influencers son iguales. Buena parte de los mismos tienen una dedicación parcial, dependiendo su éxito de su esfuerzo en relación a las horas dedicadas, la producción de contenido y la segmentación del mercado. Un influencer con 50.000 seguidores en Instagram puede llegar a cobrar 500€ por publicación… uno con 500.000 seguidores, 2.500€.

Especialmente estos últimos pueden dedicarse a esta labor a tiempo completo. Y tan a tiempo completo que buena parte de ellos asevera que es necesario estar conectado 24/7, asumiéndolo como un requisito propio de su trabajo, mientras su público objetivo tan solo ve como su influencer preferida sube una foto al día.

“¿Realmente lleva tanto tiempo hacerse una foto sonriendo con un acondicionador en la mano?”, puede preguntarse un seguidor. Pero esa foto es el resultado de un proceso, como una escena de diez segundos grabada por una actriz para una película puede llevar todo un día de rodaje.

El influencer Sergio Carvajal que suma ya un millón de seguidores en Instagram señalaba en unas declaraciones recogidas por un trabajo de fin de grado de la Universidad de Valladolid como pasaba las mañanas haciendo llamadas y enviando correos electrónicos gestionando trabajos: “Soy mi propio manager“. El resto del tiempo debes estar ahí para tus seguidores y que las empresas comprueben el nivel de profesionalización de cara a proponer colaboraciones.

Así mismo, la situación laboral de muchos de estos personajes públicos, especialmente de los influenciadores a tiempo parcial, es difusa debido a las singularidades de un empleo aún no regulado específicamente a nivel laboral, aunque se apliquen algunas leyes como la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico o la Ley de la Propiedad Intelectual.

En este sentido, buena parte de los influencers reconocen no firmar contratos con las empresas con las que colaboran lo que se traduce en inseguridad laboral y prácticas dudosas desde un punto de vista legal.

Este cóctel formado por la inseguridad e incertidumbre laboral, jornadas maratonianas y sobreexposición pública genera que en un alto porcentaje de influencers estén presentes estados de estrés, angustia y ansiedad quemando a muchos de ellos y sufriendo problemas de salud mental más o menos graves.

En nuestra guía para aprender a descansar en vacaciones reseñábamos el peligro de caer en el síndrome del trabajador quemado o burnout como consecuencia de una falta de desconexión laboral. Esta es la amenaza real de un buen número de influencers que están permanentemente atados a su comunidad y a su portafolio de empresas colaboradoras.

Una semana sin publicaciones no es opción, ya sea por decisión propia o por exigencia contractual, y teniendo en cuenta las particularidades de esta ocupación que requiere un alto grado de exposición pública, los influencers profesionales se ven un escenario difícil de manejar.

Si cuanto más tiempo pasa en Instagram un usuario anónimo, más posibilidades de sentir ansiedad y/o depresión como sugiere un estudio, ¿por qué no va afectar aún más a los profesionales que usan esta red social como oficina?

Este estudio publicado en 2019 en Psychology of Popular Media Culture alertaba de los peligros de la exposición prolongada a imágenes idealizadas que tenía como consecuencia una correlación con síntomas depresivos, problemas de autoestima, ansiedad física e insatisfacción corporal.

Convertirse en esa imagen idealizada por millones de personas mientras se es consciente de que el día a día no es tan ideal requiere grandes dosis de fortaleza mental y relativización de la exposición pública que no todos los influencers logran implementar.

Además, tal como se indica en este artículo de Psychology Today, los influencers más populares terminan convirtiéndose en una suerte de “producto humano”, algo que se compra, se consume… y se tira. El hecho de convertir su estilo de vida en una referencia para miles de personas termina por engullir al propio influencer que manifiesta dificultad para desligar su vertiente profesional de su vida real.

Como reflejaba el referido estudio de la Universidad de Valencia, esta singular manera de vincular trabajo y vida personal puede conllevar problemas de salud mental en tres vertientes. Por un lado, el estrés producto de los altos niveles de activación y ansiedad, la ausencia de tiempo de recuperación, así como la carencia de descansos.

Por otro, sobreexposición a los discursos de odio que incluyen situaciones de abuso, acoso —los llamados stalkers—, discriminación o cyberbulliying. Y, por último, problemas de autoestima al estar constantemente expuestos al feedback de los seguidores.

Es por ello que siempre se recomienda construir un espacio personal al margen de las redes, libre de la exposición social y de la identidad digital que permita a los influenciadores descansar de su comunidad… y de los productos y servicios que venden. Es el único camino para no terminar engullido por el tsunami digital de opiniones, críticas, alabanzas e intromisiones.

Porque ser influencer, ya nos ha quedado claro, es un trabajo como cualquier otro. Y como en cualquier trabajo se necesita un respiro, un descanso, unas vacaciones.

Escrito por DiseadorWeb